Entre las suaves colinas de Cantabria y las casas que parecen abrazar el sol, algo especial crece en Comillas. Y no sólo hablamos de tomates. En el borde del casco urbano, donde antes había un terreno sin uso, hoy florece un rincón comunitario lleno de vida, gracias al apoyo del Ayuntamiento, que cedió el espacio, y al empuje incansable de los vecinos y vecinas que le dieron alma al proyecto. Así nacieron los huertos comunitarios del pueblo: un mosaico de colores, sabores… y sonrisas compartidas.

Cada mañana, cuando la niebla apenas empieza a desperezarse sobre los tejados, ya se oyen pasos entre los bancales. Ahí está **Faela**, una de las más experimentadas y queridas del grupo, con su inseparable perra **Nana**, revisando las plantas con el cariño de quien lleva años cultivando no solo hortalizas, sino también paciencia. Nada se le escapa: ni una hoja caída, ni una gota de sed.

Un par de bancales más allá, **Jose Antonio**, maestro jubilado y sabio del compostaje, pelea contra los caracoles con la paciencia de un monje zen. “¡Otra vez los gourmet estos!”, suelta entre risas mientras rescata una lechuga a medio devorar. Su huerto siempre está limpio, ordenado… y lleno de historias que solo él sabe contar.

Y si hablamos de producción, hay que mencionar al gran **Kike**, el **rey de los tomates y las alubias**. Tiene más variedades que un catálogo de semillas y está siempre dispuesto a echar una mano, regalar esquejes o soltar algún truco hortelano que solo se aprende tras años de mancharse las manos con gusto.

**Mar**, por su parte, es la artista de las flores y las hierbas aromáticas. Su rincón huele a verano, a campo, a sopa rica y a infusión curativa. Ella dice que planta con el corazón, y se nota: allí florecen hasta las sonrisas.

Pero el huerto más curioso es el de **Alejandro**, el **arquitecto de lo reutilizable**, que ha convertido su huerto en una obra maestra del reciclaje. Con materiales rescatados del punto limpio, ha montado bancales, invernadero y hasta un sistema de riego que parece sacado de un documental. Su huerto es una lección visual de cómo lo que otros desechan puede volver a la vida… y de qué manera.

Podríamos seguir nombrando a más personas —y cada una tiene su historia—, pero como se suele decir: una imagen vale más que mil palabras. Por eso, dejamos aquí un pequeño vídeo que muestra los esfuerzos y logros del resto del grupo, y que celebra lo más importante: que este lugar florece porque muchas manos trabajan juntas.
Porque en este rincón de Comillas no solo se cultivan calabacines, acelgas o flores. Se cultivan también amistades, memorias y un sentido de comunidad que se enraíza fuerte en la tierra y en el corazón de quienes lo cuidan.
Gracias al Ayuntamiento por creer en este proyecto. Y gracias, sobre todo, a las personas que, con cada herramienta compartida, cada semilla regalada y cada mañana de trabajo silencioso, han hecho de este lugar algo mucho más grande que un huerto.